¡Bienvenida al cinco letras!
Planificar la velada, reunir una suma de dinero, encontrar un carro y tal vez decir una mentirilla blanca, todo con tal de llegar a ese cuarto de motel donde sólo hacen falta deseos y acción.
Cada minuto la juventud en Venezuela y el mundo entero es más desinhibida y curiosa, tanto así que el tema de los moteles ha dejado de ser un tabú, como en los viejos tiempos, para convertirse en uno de los sitios predilectos al momento de hacer “algo diferente”.
Cuando se trata de celebrar una fecha importante entre pareja, el motel ahora juega un papel esencial. Se trata de comenzar la velada romántica en cualquier restaurante o lugar que sirva de “pre- despacho”, para luego otorgar un toque más íntimo a lo que pudiera ser un aniversario, cumpleaños, graduación, y todo lo que pueda ameritar un agasajo entre dos.
“Si hay una ocasión especial, siempre pienso en el motel como una alternativa para consentir a mi novia”, este pensamiento de Carlos Guerra es uno de los más comunes entre los jóvenes que sin recatos ven la opción del motel como un obsequio diferente y agradable para las féminas.
Tener de 17 a 25 años de edad sin visitar un motel, pareciera ser un sacrilegio para los jóvenes guayaneses quienes actualmente incluyen las visitas al llamado “cinco letras”, en sus quehaceres normales, y hasta en un sitio perfecto para hacer propuestas que rayan en la fantasía de cualquier mortal.
Creatividad y atracción
Las fresas con crema, el champagne, los pétalos de rosa y las velas, ahora sólo son ornamentos para una noche perfecta dentro de una habitación de motel, llegar al lugar cargado de detalles que harán de la velada algo inolvidable, es para María Cardona de 20 años, una manera de darle el sello personal a un espacio que ha sido utilizado por muchos, y en el que tal vez para la cama el cuerpo de ella y su novio solamente sean una cifra en ascenso.
La popularidad de la cultura “motelera”, dentro de Ciudad Guayana ha dado pie para nuevas opciones que atrapan la atención de los jóvenes interesados en novedosas propuestas, “nunca he ido para un motel pero de ir a uno me encantaría que fuera con habitaciones temáticas”, dejando volar la imaginación vocifera sin medidas Alejandro Arango con la picardía y alebresto de rigor para el tema en cuestión.
La ubicación de los llamados “cinco letras” no es un problema en Puerto Ordaz, pues hay para todos los gustos, bolsillos y ocasiones. Cuando los dos protagonistas están dispuestos, sólo hay que hacer un pequeño esfuerzo para conseguir el carro (en caso de que no se tenga) y pues dirigirse a la zona industrial, o tal vez a la vía Upata en San Félix para tener de donde elegir.
Luego de la elección de su preferencia, la pareja se avalancha a una habitación en la cual solamente 6 u 8 horas serán las protagonistas de los derroches de placer e instintos revueltos que afloren en el encuentro cercano, que desde el comienzo parece prometer muchas endorfinas y crea un aura de gran expectativa.
Pero el tiempo no es el determinante a la hora de escoger una opción, los moteles más visitados dentro de Puerto Ordaz atraen a su clientela de una forma más creativa, tal es el caso del motel Millenium ubicado en la zona industrial Los Pinos. Este lugar se considera uno de los más agradables por Cardona, ya que posee habitaciones al mejor estilo del Medio Oriente.
Hay de todo
En una noche que parece ser normal, sin ninguna novedad más que el programa de las 8 en la televisión nacional, un mensaje de texto saca del letargo inminente a Ricardo Ortiz, quien fastidiado por la monotonía es sorprendido por una de las comúnmente llamadas “propuesta indecentes”.
El joven no puede creer lo que lee y pícaramente sonríe, pues nada más bastará una llamada telefónica para cuadrar lo que será la acción para su noche monótona.
-¡Hola niña!, ¿y ese mensaje?
-No sé vale, ¿qué no quieres hacer nada?
- Claro que si chamita, pero como ¿para cuándo es eso?
- No sé dame chance de vestirme y listo pues.
Para Ricardo no hay otra opción que ceder, su amiga con derechos de toda la vida le acaba de alegrar la noche con un compañero muy especial: el motel, para fortuna de este chico las llaves del carro de la mamá están en la mesa, todos descansan y la cartera da señales de vida.
¡No se hable más del asunto!, el joven se baña rápidamente y busca a la “niña” que hará las veces de su compañera sexual, pues para él no hay cabida para hacer el amor en un motel con una amiga de toda la vida. Un carro de vidrios oscuros con numerosas formas de ser identificado, es el transporte para los dos cuerpos activados, al fin de cuentas nadie podrá ver quien es la chica que lo compaña.
-Entonces ¿para cuál vamos?
-No sé tú, pero yo quiero ir al “Aladdin”
-Chama pero es que no tengo tanta plata para ese
-Tranquilo que lo pagamos entre los dos, además puedo llegar tarde hoy.
No hay manera de decirle que no a la propuesta de la joven, pues todo marcha aún mejor que en ocasiones anteriores. Se dirigen hasta San Félix, donde los espera una estructura arabesca y llamativa de color blanca con luces de colores que hacen de la entrada del “Aladdin” una atmósfera afrodisíaca para sus visitantes.
Emocionado con el reggaeton a full volumen en el carro, suena la canción de este género perfecta para el momento: “entra al cuarto, súbele volumen al radio, que nadie se entere de lo que vamos a hacer shhh callao”.
-¡Bienvenida al cinco letras!
-jajaja ¿Cuál vamos a pedir?
-Buenas noches señora, ¿Cuáles le quedan?
-Tengo una africana, una mini suite, una sherezade, la china y la marroquí.
Entre tanta variedad la opción escogida por los dos jóvenes es la china, proceden a cancelar los 180 Bs F que cuestan seis horas dentro de la habitación y después de presentar la cédula cuya fecha de nacimiento revela los 18 años de Ricardo Ortiz, le hacen entrega de su tarjeta magnética para accesar al continente asiático en menos de cinco minutos.
Comienza la diversión y las risas están a flor de piel, así como la tentación por aprovechar todos los atractivos de la habitación: espuma para el jacuzzi, sauna para dos, duchas transparentes con rotulados de dragones, espejos por doquier, equipos de sonido, funciones automatizadas desde la cama y hasta una cúpula sobre el jacuzzi que se abre y permite ver las estrellas mientras te sumerges en un agua extraña.
Bajo la premisa de que es necesario “justificar los reales”, como dice Ricardo Ortíz, la noche muere donde comienza el acto sexual, que sació las ganas de un par de cuerpos con hormonas revueltas, esas mismas que sin amor no dejan más que una noche de cuarto de motel.
La cultura “motelera” pica y se extiende entre los jóvenes guayaneses, bien sea para cubrir una necesidad, o para salir de la rutina y darle picante a una relación donde la confianza y el amor vayan de la mano.